Ser afianzado tiene numerosas ventajas. No obstante, conseguir este tipo de contratos puede llegar a ser más complicado de lo que parece, en caso de no contar con la solvencia requerida para ello.

Es por esa razón que en Garanza, preparamos este artículo, para que, si te encuentras en esa situación, puedas conocer mejor el tema y, eventualmente, saber cuál debe ser tu proceder.

La solvencia

Este término está ampliamente relacionado con las áreas de contabilidad y, en general, con las finanzas. Su significado se refiere a la capacidad que una persona, física o moral, tiene en comparación con sus obligaciones financieras.

Es decir, si la persona no es capaz de cubrir sus necesidades, entonces no tendrá solvencia, pero si, por el contrario, tiene la capacidad para hacerlo, entonces será solvente.

Este término se ha extendido hacia tres terrenos distintos, mismos que delimitan la posibilidad de ser afianzado.

Lo económico

La idea de la solvencia, sin duda, está ampliamente relacionada con los términos económicos. En este sentido, la solvencia económica es el concepto más tradicional y no tiene gran dificultad su explicación.

Si se cuenta con este tipo de solvencia, entonces habrá un paso menos a considerar para poder ser afianzado. Por lo regular, cuando se solicita ser afianzado, uno de los requisitos es presentar documentos financieros, como pueden ser los estados de cuenta, mismos que deben reflejar una situación positiva en este sentido.

Es la forma en la que se busca acreditar que una empresa es capaz de realizar un trabajo, un servicio, una obra, etcétera.

Lo técnico

Además de lo económico, también existe la solvencia técnica. Este término se refiere al expediente laboral de una compañía. Es decir, con qué empresas ha trabajado o colaborado, qué proyectos ha realizado, etcétera.

Una forma simple de entenderlo es si pensamos en un currículum de una organización.

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La solvencia técnica implica que una empresa demuestre que es capaz de llevar a cabo lo necesario, en términos de experiencia, materiales y personal, para poder cumplimentar un contrato adecuadamente.

En términos lógicos, si esto no tuviera que probarse, cualquier empresa podría hacerse de obligaciones contractuales y obligar a un afianzador a cubrir su imposibilidad de cumplir con el contrato, a pesar de que jamás fue capaz de llevarlo a cabo.

Otros criterios que se utilizan para determinar la solvencia técnica de una empresa, son la maquinaria y el equipo en general de la organización, la media anual de su plantilla, sus medidas de gestión del medio ambiente, el personal técnico, la descripción de las instalaciones, así como los trabajos que la empresa ha hecho y que son similares al contrato.

Un dato interesante es que la solvencia técnica es uno de los requisitos que solicitan algunos procesos de licitación.

Lo moral

Una vez que podemos diferenciar entre la solvencia económica y técnica, es hora de hablar de lo moral, que tiene que ver con la confianza. En pocas palabras, se trata de las cualidades de una persona y/o empresa que la hacen digna de confianza.

En esa línea, cuando una organización tiene solvencia moral quiere decir que es capaz de cumplir con una obligación de forma responsable, y eso es algo que ha demostrado ya anteriormente.

Hay quienes dicen que la confianza es el crédito de lo moral, pues se otorga solamente a quienes pueden corresponder esa confianza.

¿Cuentas con solvencia?

Si no sabes si tu organización cuenta con solvencia en los tres términos anteriores, te tenemos una buena noticia: no hay nadie mejor que tú para saber cuál es el nivel de solvencia de tu empresa o tu persona.

En lo económico, puedes hacer el cálculo tú mismo con ayuda de una fórmula muy sencilla. Antes, debes conocer los activos de tu organización, que son los bienes y valores de propiedad de la organización que buscan obtener ganancias o utilidad. Después, debes conocer los pasivos, que, en términos simples, son las deudas.

Una vez que tengas ambas cifras, divide los activos entre los pasivos. El resultado arrojado será el nivel de solvencia. Una empresa que tiene un nivel de 1.5 en su solvencia económica, en adelante, es una compañía con un nivel aceptable o bueno.

Ahora, en cuanto a la solvencia técnica, más arriba en este texto explicamos algunos de los criterios que se utilizan para calificarla.

Sin embargo, una fórmula para medir este parámetro requiere tomar la cifra del saldo efectivo de una compañía, es decir, el dinero que la empresa posee, y dividir la cifra entre los pasivos corrientes, que son las deudas y obligaciones que tiene la compañía en un rango de un año.

Esa fórmula arroja el ratio de disponibilidad, que se encontrará en niveles óptimos entre el 0.2 y el 0.3. Si la cifra sobrepasa el 0.3, significa que hay mucha solvencia en la compañía, y si es menor a 0.2, entonces hay problemas con la liquidez.

En términos de la solvencia moral, la reputación de la compañía, los clientes satisfechos y la reputación financiera en general de la organización, son factores que suman a una buena solvencia.

Como puedes ver, el tema es profundo, por lo que, si tienes dudas, te invitamos a contactarnos.